
Papi, recuerdas ese día que llegué a este país, ese viaje lleno de dolor y lo que sucedió después. Esa decepción que sentí al ver que tenías otra familia. La que estaba a tu lado no era mi madre ni mis hermanos. A los 22 años vine a conocerte de verdad. No tuve la suficiente madurez para entender que tenías una nueva esposa y un nuevo hijo y yo… yo solo supe huir
En realidad, siempre quise que me detuvieras para compensar los momentos de mi infancia en el que no estabas a mi lado, para calmar el cansancio que sentía por el doloroso viaje que viví; no por el camino espinoso por el que anduve, sino por dejar a mi madre y a mis hermanos, y por el precio que tuve que pagar para llegar a un país que no era mío, pero no me detuviste, me dejaste ir.
Hoy vengo a verte, te veo acostado allí, una enfermedad te aleja de mí y, al mismo tiempo, me muestra dónde permanecen mi orgullo y mis resentimientos porque siempre quise que volvieras. Cuando te veo, me convierto en una niña que ama a su padre. Me gustaría que mi amor fuera el bálsamo para aliviar tu dolor, pero el tiempo se acaba y mis sentimientos me traicionaron, mis emociones, mis deseos de tener esa familia nuevamente.
Te veo cansado y mis deseos de que te quedes son más fuertes que mi resentimiento. Pero una enfermedad segura me muestra la fragilidad del ser humano que está a mi lado. Como cuando me fui, no hay orgullo en mi corazón. Me duele verte así. Te veo y no te veo, no hay arrogancia, solo un ser humano sufriendo.
Te veo, y aunque ya es tarde, acepto tu decisión. Dentro de mí, un grito “¡no me dejes otra vez!”. Tu cuerpo no es el mismo, tu voz tiembla en tus labios blancos que, por unas pocas veces, se abrieron para pronunciar palabras delirantes. Veo que tu dama ya no es la mujer que peleó para que yo me alejara de ti, veo en sus ojos dolor, angustia, cansancio y me pregunto ¿a dónde fuimos para no valorar la vida, la lealtad, la comprensión, el amor?
Un virus nos enseñó que un día más de vida es una lección, una oportunidad para que liberes esa espina que te detiene y que te des cuenta de quien realmente eres, como hombre o como mujer, como hijo o como hija, esposo o esposa, padre o madre, como amigo.
Muchos se fueron sin disfrutar, sin perdonar, solo la esperanza que nos da nuestro creador permanece en su misericordia, es esa luz que vemos al final del túnel que odia a la amargura y la convierte en amor. Un consuelo al abrazar a tus seres queridos, o simplemente a ese ser extraño que la vida te pone en el camino y que hoy es todo lo que tienes.
Respirar juntos, abrazarnos de nuevo y llenarnos de amor, ahogar todo el rencor y, sobre todo, el miedo. Acoger el amor, la risa. Papi, sé feliz y no… no olvides respirar una vez más.