
Esta semana compartimos una historia más de Pasos valientes, conforme los anhelos, miedos y fuentes de fuerza que contribuye cada joven llegan a nuestros corazones. Nuestro libro se publicó hace tres semanas y ya se encuentra en camino a salones de clase donde jóvenes que lean las historias sentirán un llamado, conforme lentamente, con sus propias lágrimas, empiezan a escribir sus historias.
Y nos preguntamos, ¿si suficientes jóvenes que cruzaron la frontera para reunirse con sus padres y enmendar vidas rotas son escuchados uno por uno y recordados en un coro, ayudaría? Juntos, como lectores y jóvenes escritores, ¿podemos encontrar una manera más humana?
¿Nos volveremos a ver?
7 de junio del 2010, a eso de las cuatro de la tarde, Mamá nos llamó a mi hermano y a mí. Nos empezó a aconsejar y dijo que nos aprendiéramos el número telefónico. Mi hermano y yo estábamos confundidos ¿por qué nos estaba diciendo esto?
Pasaron dos horas y Mamá empezó a llorar, mi hermano y yo también. Cuando se calmó, dijo,
—Tengo que darles una noticia.
Y dijo mi hermano,
—Tendremos un hermanito.
Mamá sonrió y dijo,
—No.
Yo me sentía triste de verla llorar. Luego nos dijo,
—Chicos, me iré de la casa por un poco de tiempo…
Yo comencé a llorar desesperadamente y le dije,
—¡No, Mamá, no nos dejes solos!
—No se preocupen. Su tía se quedará con ustedes.
Después, dormimos con ella, y al amanecer ella ya no estaba entre nuestros brazos. Fue lo peor que había sentido en mi vida. Dejé de sentir ese calor que me hacía sentir feliz. De la noche a la mañana, todo desapareció. La buscaba desesperadamente pero ella no estaba.
Después que nos quedamos con la prima de Mamá fue lo peor. Ella no nos decía nada sobre Mamá. Nos maltrataba. No nos daba de comer.
Un día, mi hermano la escuchó hablando con mamá por teléfono y gritó,
—¡Mamá, Mamá, eres tú!
Yo salí corriendo y mi tía se sorprendió porque la descubrimos. Entonces mi hermano le contó todo a Mamá, y mi tía, enojada, le pegó a mi hermano con un palo y hules por haberle dicho a mamá. Mi hermano, llorando y sangrando, gritó. Entonces llegó la otra prima de ella y Mamá se dio cuenta de lo que estaba pasando.
Desesperada, quería regresar de los Estados Unidos, pero la otra prima de Mamá reaccionó y dijo,
—No te preocupes, yo me encargaré de ellos.
Pero mi hermano y yo no queríamos sufrir más. Lo peor fue con la otra prima porque a ella solo le importaba el dinero de Mamá. Ella nos dejaba dormir afuera de la casa para castigarnos y lo peor es que yo me estaba muriendo de mala nutrición. Yo estudiaba día y noche. Me iba a una escuela pública por la mañana y en la tarde para la privada.
Un día, mi tía despidió a la sirvienta de la casa porque ella le tiró agua caliente en los pies a propósito y la prima de Mamá castigó a mi hermano de una forma brutal. Luego llegó una mujer a defenderlo y ella se lo llevó a su casa, y la prima se fue de la casa con la sirvienta. Pues de nada sirvieron los lujos si no teníamos amor, ni nos querían, pues.
La señora dijo,
—Llamaré a tu mamá —ella la conocía y le dijo que nos cuidaría por cierto tiempo.
Mientras ella organizaba todo, ella nos trató como nadie lo había hecho antes. Ni la propia familia nos quería. Todo fue diferente con ella, fue como tener una segunda madre. Fue lo mejor.
Me siento mal por mi familia, porque no nos quisieron. Nos quiso mejor una desconocida que nuestra propia familia.
Tiempo después, Mamá nos llamó, que nos iríamos a los Estados Unidos. Yo estaba muy feliz porque volvería a ver a mi apreciada madre. Con lágrimas de felicidad en los ojos le dí las gracias a Dios que por fin se me había cumplido el deseo de hace mucho años. No se me había cumplido, pero por fin llegó el día que nos íbamos de nuestro país y del sufrimiento que vivimos, esperando una vida mucho mejor al lado de nuestra Mamá querida.