
¿Cuáles son los sueños de nuestros estudiantes inmigrantes? ¿Por qué es importante escucharlos? Conforme Andrea Antonellis se prepara para su graduación de Hofstra University y una vida ayudando a los demás queriendo subir la escalera académica, su historia de visitar sus raíces es una llamado para todos nosotros ayudar a otros soñar.
Encontrándome a mitad del camino
Es un lunes festivo, el sol está radiante y más bello que nunca. Aquí estoy yo, en la terraza de mi casa de siete pisos y de color verde y blanco. Estoy lavando mi uniforme como lo hago todos los días festivos para la clase del martes. Puedo oír a los niños jugando afuera en la calle. Puedo escuchar con claridad la música de los vecinos. Puedo oler el BBQ que el vecino está cocinando. Puedo sentir el jabón en mis manos y el agua fría goteando por mi camisa. Me siento feliz, incluso después de que todo esto a mi alrededor se vuelve incierto y desconocido y se convierte en una dura realidad. Puedo escuchar a mi tía y abuela discutiendo sobre nuestra situación financiera.
De la nada, mi tía se acerca a mí, se inclina, mueve mi cabello de mi oreja y me susurra al oído:
–¿Por qué estás lavando tu uniforme escolar? Odio decírtelo, pero a partir de mañana, tienes que empezar a trabajar para esta familia en la plaza vendiendo ensaladas de frutas. Debes comenzar a contribuir con las necesidades financieras de esta familia.
En ese momento, mi corazón se desvaneció. Sentimientos de tristeza, locura, desesperación e ira me vencieron. Llena de desánimo, le pregunté:
–¿Por qué?
Su respuesta fue fría y al punto:
–Leidy, no tenemos dinero para comida, alquiler, servicios públicos, ni para tu escuela. Tu abuela está demasiado enferma para trabajar y con el dinero que hago lavando autos por la noche no es suficiente. Leidy, tienes nueve, casi diez años, todos los niños de tu edad, en esta situación, en este vecindario, en este país, tienen que empezar a trabajar para ayudar a sus familias, y tú no vas a estar una excepción.
Después de esta breve charla, ella se alejó y yo volví a lavar mi uniforme escolar que a partir de allí iba que tener que ponerlo en una caja, o tener que arrojarlo a la basura para nunca más ser usado.
En este momento, me hice muchas preguntas. Estaba muy enojada y muy triste. De hecho, esta noticia me duele mucho más que el abuso físico que he sufrido durante todos estos años—desde haber sido arrojada a la pared, a haber sido golpeada con una silla, desde haber sido arrojada de mi casa en una noche lluviosa como castigo por no haber hecho las tareas domésticas por jugar con mis amigos, a ser golpeada con una escoba. En mi cabeza, me dije: Prefiero ser golpeada, herida física y mentalmente por el resto de mi vida, que ser sacada de la escuela para comenzar a ganar dinero.
Puedo ver el agua y el jabón correr por el lavadero hecho de roca. De allí, lágrimas de sudor comenzaron a salir de mi frente. Con esta noticia me derrumbo y comienzo a llorar. Me pregunto: ¿Cómo voy a ser el único miembro de la familia Reyes para ir más allá del tercer grado? ¿Cómo puede una niña colombiana de diez años de edad y sin educación, cuya madre y padre se fueron desde que tenía cuatro años, tener el coraje, la motivación, la pasión de seguir una vida diferente de la que ya se le ha hecho? ¿Cómo puedo ser ese miembro de la familia que rompe la cadena de una familia cuyo legado ha sido vivir y morir en la pobreza y sin ninguna educación? ¿Cómo voy a tener el valor de dejar a esta familia por el bien mío y para que mi hermano menor pueda tener una vida diferente…?
No podía entender todo esto en mi cabeza, lo único que sabía era que estas preguntas debían tener una respuesta, una salida. No sabía con quién hablar, a quién podría pedir ayuda. Sólo sabía esta noticia. Sólo sabía que me conmovió profundamente, porque no ir a la escuela significaba que tenía que renunciar a mis sueños y a mí misma. No podía dejar que esto sucediera. ¡No! Tenía que encontrar estas respuestas sola, ó correr el riesgo de dejar a esta familia una vez más.
Eché las últimas gotas de agua, llena de nostalgia. Colgué mi uniforme escolar, pronto sería un recuerdo, pronto un deseo que no pude cumplir, un sueño que nunca tuvo un final feliz, una esperanza que simplemente se desvaneció de un día a otro. Pero lo que no pensé fue que esta noticia en realidad me empujaría a pasar límites para un nuevo mundo que yo no conocía.