
Un viaje largo y peligroso
para Helen Dorado Alessi
Una madre y su hija de siete años entran a la oficina de la Asociación Cívica Latina de Long Beach; recién llegaron de Honduras. Mientras su mamá habla con nuestra directora de programas sobre asuntos serios, yo camino hacia esta niña y le pregunto mientras me pongo a su nivel:
–¿Quieres un libro ó una muñequita?
Ella es tímida y callada, dirige sus ojos cafés oscuros hacia el piso. La reaseguro contándole que mi libro favorito “es éste”, un libro enorme de imágenes de lugares alrededor del mundo. En cada página vemos vibrantes mapas de los diferentes continentes. Con calma leemos cada página y discutimos esa parte del mundo. Cuando llegamos a Norte América, le muestro dónde ella está ahora en los Estados Unidos, y en particular Nueva York. Después hablamos de dónde ella es: Honduras.
Me cuenta sobre su pueblo y por qué tuvieron que irse. Le pregunto sobre lo que más extraña. Siempre es lo mismo, “mis abuelos, mis primos y amigos…” Le digo que sé cómo ella se siente. Damos vuelta a la página y ahí están Centroamérica y Sudamérica. Ella apunta a su país y empieza a llorar un poco. Le digo que llorar es bueno,
–Demuestra que tienes un buen corazón.
Cerramos el libro y lo guardamos. Entonces le muestro una caja grande de Barbies que han sido donadas.
–Ve todas y escoge una para llevarte a casa, cariño.
Regreso a mi escritorio y enfoco mi atención en el ensayo más reciente que estoy escribiendo para un programa sobre proveer entrenamiento a nuevos ciudadanos sobre su rol, responsabilidades y derechos como nuevos ciudadanos estadounidenses. De repente, escucho a la niña suspirar. La volteo a ver y veo que tiene dos muñecas en sus manos. Intercambia las muñecas de una mano a otra, poniendo una en la caja y recogiéndola otra vez, poniendo la otra en la caja y recogiéndola otra vez.
Miro todo este pequeño drama y me pregunto qué podría estar pensando. Su pequeña frente tiene una línea profunda marcada como si estuviera pensando duro y batallando con un gran problema. Voy hacia ella y miro las dos Barbies. Ambas son idénticas en forma y tamaño, tú sabes, ese “look” de la típica Barbie, tipo de cuerpo súper irrealista y cabeza grande, busto grande, cintura súper chica, piernas increíblemente largas y pies posicionados y apuntados como si en espera de tacones altos. Ah, ya veo el dilema. Le he pedido que escogiera una muñeca para llevarse a casa y le gustan las dos.
Una es una linda muñeca rubia y de ojos azules, y la otra una muñeca preciosa con ojos cafés oscuros. Le pregunto si le gustan las muñecas.
–Ah, sí, mucho– contesta.
–¿Te gustan igual?– le pregunto.
–Sí.
–Mmm, ¿Qué vamos a hacer? ¿Sabes…? Esta pequeña se parece a ti, hermosa, pelo y ojos y piel café como tú.
Le ofrezco la muñeca a sus brazos. Ella me sonríe. Sí, te entiendo m’ija.
–Y esta otra se parece un poco a mí… cabello rubio, piel clara y ojos azul-verdes.
De nuevo, ella me sonríe. Le digo que estas muñecas me recuerdan a mi hermana y a mí. Saco mi teléfono y le muestro una foto de nosotras cuando eramos niñas pequeñas.
Ella se ríe y pregunta:
–¿Esa es tu hermana?
–Sí, esa es mi hermana. ¿Qué, no nos parecemos?
–No, para nada– contesta sonriendo.
–Bueno, no sé, pero me parece que tienes que llevarte las dos muñecas a casa. Ya son tus amigas ahora y no las podemos separar, ¿verdad?
Ella inmediatamente estira sus brazos con una muñeca en cada mano, buscando darme un abrazo. Mientras nos abrazamos, ella me dice al oído:
–Gracias, señora Helen.
–De nada, niña linda– le contesté.
Su mamá nos voltea a ver. Ella ha estado llorando mientras explicaba que las dos recién llegaron a Long Beach de un centro de detención de inmigrantes en Miami, y ella ha viajado a Long Beach con un grillete en su tobillo. Ella debe aparecer en la corte de inmigración aquí en Long Island y sellar su destino: regresar a un país devastado por la guerra o quedarse aquí. Probablemente las mandarán de regreso. Pero al ver a su hija abrazarme y sonreír la hace feliz y parece que una calma la acobija.
Ella viene hacia nosotras y le dice a su hija que no debe ser avara y que solo se lleve una muñeca o un libro. Le dice a su mami que se puede llevar el libro y le muestra las páginas de Norte América y Centroamérica diciendo:
–Mami, aquí es dónde empezamos el viaje y dónde está Abuela– da vuelta a la página –y ahora estamos aquí en Nueva York.
Le digo a su mamá que, si está bien con ella, nos encantaría que su hija se llevara el libro y muñecas,
–Nos haría muy felices.
Cuando se fueron, no pude evitar pedir que ojalá estén bien de alguna manera.
–¡Adiós, muñequita linda!
Me encanto esta Historia
Porque nos da a conocer que aún existen buenas personas que ayudan y entienden a los que nesecitan apoyo emocional!!!
Me gusto esta historia
Me encanta esa historia porque a pesar de todo si hay personas buenas gracias a Dios Y usted demostró ser una gran persona Dios la bendiga porque en esos momentos de angustia desesperación usted le dio motivo para sonreír y que se olvidará de todo