
Corona, Una Pesadilla
Por Sidney Castiblanco, un hijo y un trabajador de emergencias de la ciudad de Nueva York
Con tristeza, y también con la celebración de la fuerza y la generosidad del espíritu humano, compartimos este escrito de un miembro del taller del campo y de la comunidad de Herstory en la Universidad Stony Brook, en las reuniones que ahora se llevan a cabo en línea. Publicamos la primera parte de esta desgarradora historia como un tributo a todos los que experimentaron la separación familiar en torno a las duras leyes de inmigración, y ahora estamos reviviendo esa separación una vez más y a todos los que están en la primera línea poniéndose en peligro para dar a los demás. Es en estos momentos cuando cada uno de nuestros corazones necesita estar abierto a nuestra interconexión.
8:30 pm. Al mismo tiempo que estoy atendiendo a un paciente, mi padre me llama por teléfono porque tiene una emergencia. Puedo oír en su voz que está muy preocupado; me dice: “Creo que estoy teniendo otro ataque al corazón.” Por un momento pienso que estoy en un sueño hasta que mi compañero me pregunta “¿Estás bien?” “No, Danny, creo que mi padre está teniendo un ataque al corazón.”
Siento que nunca he tenido una relación cercana a mi padre. Él se fue de casa cuando yo era un niño de 5 años, por lo tanto, tengo muy poco recuerdos de él. Uno de esos pocos recuerdos fue la vez en que él se preparaba para venirse a los EE.UU. Yo tenía 14 años en esos momentos. Él había regresado a nuestra casa en Chiquinquirá, que es una pequeña ciudad cerca de Bogotá, la capital de Colombia por qué el tribunal de familia le había ordenado que pagara la manutención de sus hijos. Mi padre no había pagado a mi madre esa manutención por los últimos 10 años, así que mi mamá hizo un trato con él en la corte. El acuerdo fue el que mi madre me dejara venir a vivir a los EE.UU. con él.
Al principio, yo estaba un poco preocupado, después de todo, mi padre era un desconocido para mí. Mi mamá me dijo que está bien si me quería quedar en Colombia, después de todo, “él nunca estuvo aquí por ninguno de ustedes” me dijo. Mi padre se fue y le prometió a mi mamá que me iba a llevar a los EE.UU. tan pronto como tuviera un lugar y un trabajo fijo. Un año después mandó por mí. A esta altura de la vida yo acababa de cumplir 16 años. Cuando llegue a este país, yo no conocía el idioma, la cultura ni tampoco a mi padre, todo esto era nuevo para mí. Aunque viví con él durante unos 3 años, en ese tiempo todavía no lo había llegado a conocer bien. Creo que todavía hoy no sé quién es, sin embargo, hay algo que nos ha unido: el COVID-19.
18 de marzo de 2020. Este ha sido uno de los peores días de mi vida. Mi hermana llamó y me pidió que fuera a ver a papá. Cuando terminé la llamada con ella, papá me llamó para decirme: “Estoy teniendo un ataque al corazón”. Me llaman porque yo trabajo como paramédico en la ciudad de Nueva York. Llamo a mi operador del servicio de emergencias del 911 y les pido que manden una ambulancia a la ubicación de mi padre. Los segundos se convierten en minutos, minutos en horas. No sé qué hacer. Es como olvidar todo lo que he aprendido durante mi tiempo como paramédico. Finalmente, noticias. Los técnicos de emergencia que han encontrado a mi padre me aseguran que está bien y lo llevaran a un hospital en Queens
Termino con mi paciente y me dirijo al NYP, (Hospital Presbiteriano de Nueva York) donde él está siendo atendido. Mi primera reacción es el de llegar a su cama y averiguar qué le pasa, pero la enfermera a cargo me dice que no se permiten visitas en ningún lugar del hospital debido a la rápida propagación del virus que ha provocado una pandemia mundial. Tengo otro plan…espero afuera de la sala de emergencias el cambio de turno de enfermeras para que me dejen pasar. Camino de vuelta tratando de entrar al lugar en el que mi padre se encuentra, pero una cara familiar me recibe. La misma enfermera de antes me dice “Lo siento, no puedo dejar entrar a nadie, órdenes del Departamento de Salud.” entonces me doy realmente cuenta de lo grave que es la situación. Sigo en contacto con papá usando mi teléfono celular con Facetime. Al principio, él se ve bien, pero a medida que el tiempo progresa, comienza a verse cada vez más enfermo.
23 de marzo de 2020. Sigo hablando con mi papá por teléfono, sin embargo, cada día que pasa, él se pone peor. Se ve pálido, parece que ya no quiere vivir. Mi hermana, mi hermano y yo tratamos de hacer todo lo posible para animarlo. Hoy a llegado el momento de la verdad, ya no está hablando con ninguno de nosotros. Llamó a la unidad y su médico de atención primaria en la sala de emergencias me dice. “Lo siento, pero su padre dio un giro para lo peor.” Nuevamente no sé qué hacer, mi padre me hizo su apoderado de atención médica. Esto es algo que yo no estoy listo para enfrentar. Un millón de cosas corren por mi cabeza. Soy su hijo mayor y me dio la responsabilidad de hacer lo que yo considerara mejor para él, pero pienso… ¿cómo puedo yo tomar una decisión tan importante? Sin embargo, debo de aceptar que la vida de mi padre, alguien a quien realmente no conozco, está en mis manos.
Como paramédico, tomar ese tipo de decisiones es común en mi línea de trabajo, pues la mayoría del tiempo, los técnicos de emergencia sabemos más o menos cuál será el resultado de los pacientes que atendemos, bien sea bueno o malo. Sin embargo, cuando el resultado no es favorable, tratamos de consolar a la familia para minimizar su dolor. En condiciones normales, nosotros hacemos todo lo posible para salvar la vida de quien nos necesita, y ponemos todo nuestro corazón para lograrlo y damos toda la energía que tenemos para hacerlo, pero en este caso, no es lo mismo. Estoy aquí para tomar una decisión difícil. Especialmente hoy, no quiero tomar la decisión equivocada. Llamó a Uver y Johanna, mis hermanos menores, para pedirles consejos por lo menos tres veces al día, sólo para estar seguro de que estoy haciendo lo correcto.
Continuará….
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Con mucho amor, Erika
Esta es la realidad que enfrentan nuestros trabajadores de primera línea, la mayoría que son inmigrantes y han venido a este país para trabajar y salvar vidas y ahora en medio de esta pandemia que nos está afectando a todos sin distinción de clase, ni color de piel, ni religión que nos está atacando a todos por igual. El caso de Sidney Castiblanco hijo de Eresmildo Castiblanco quién fuera un trabajador escencial y víctima del Covid-19; siendo un trabajador que dio su vida cómo otros emigrantes lo han hecho realizando trabajos escenciales y sin embargo las leyes de inmigración han sido tan duras con ellos, que han hecho separación de familias y lo irónico de la vida es que hora el Covid-19 también lo está haciendo. Sidney Castiblanco un paramédico que sale todos los días a trabajar para ayudar a salvar vidas y exponiendo la vida también a cada momento en medio de esta pandemia y dándole consuelo a aquellas personas que lo necesitan, cuándo él también ha sido víctima del Covid-19 pero gracias a Dios tuvo una pronta recuperación para seguir en el frente de batalla cómoda un héroe.